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En los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, este nuestro hidalgo se dedicaba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó el ejercicio de la caza y la administración de su hacienda. Y a tanto llego su desatino, que vendió algunas tierras de sembradura para comprar aquellos libros. Los que mas le entusiasmaban eran los de Feliciano de Silva, sobre todo cuando leía pasajes con desafíos y requiebros como éste: "La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura". El pobre Caballero perdía el juicio por desentrañarles el sentido, que en verdad no se lo sacará el mismo Aristóteles si resucitase sólo para ello.